A veces, los momentos más bonitos de nuestra vida llegan casi sin avisar. En un instante. En un abrir y cerrar de ojos. Y es que las casualidades llegan disfrazadas de encuentros fortuitos, de decisiones precipitadas. Y sí, a lo largo de nuestra vida nos cruzamos con miles de personas y posiblemente, algunas, sin saberlo, están destinadas a quedarse en nuestra historia. Pero, ¿y si estas casualidades fueran parte de algo más intenso?
Quizás el destino nos enseña que la vida tiene sus propios ritmos, sus propios tiempos. Y es por eso que, lo que parece un accidente, un giro inesperado, es en realidad una encrucijada en la que se nos invita a mirar más allá de lo obvio, a escuchar lo que la prisa del día a día nos hace ignorar.
Y, en esas casualidades descubrimos lo que realmente necesitamos hasta sin haberlo pedido. Y sí, tal vez cada encuentro, cada mirada, cada abrazo inesperado nos va acercando a la versión más auténtica de nosotros mismos, a la versión que la vida parece susurrarnos desde el inicio.
Porque tal vez, las casualidades no son tan casuales. Tal vez son las piezas de un rompecabezas infinito, donde cada encuentro, cada paso y cada desvío tejen la trama de lo que un día llamaremos destino.
Y yo, yo he encontrado la mejor de mis casualidades. A ti.
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